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Arquitectura: los polímeros toman protagonismo
Si bien ya hace tiempo que se incorporaron al mundo de la construcción, al principio los plásticos se utilizaban sobre todo por sus características funcionales. Poco a poco, los arquitectos han ido contemplando estos materiales desde nuevas perspectivas y han sabido aprovechar sus propiedades para sublimar estéticamente sus creaciones.
Arquitectura: los polímeros toman protagonismo
Arquitectura: los polímeros toman protagonismo

Belleza plástica

Su resistencia a las condiciones climáticas más extremas, sus cualidades medioambientales, especialmente en el ámbito del aislamiento, su cumplimiento frente a las más estrictas normativas o incluso su capacidad para mejorar el confort de las viviendas han hecho de los polímeros unos materiales imprescindibles en el campo de la construcción desde hace más de 50 años. Actualmente gozan de un gran reconocimiento y se exhiben, en ocasiones de manera ostentosa, acompañando a los arquitectos en sus proyectos más delirantes.

Membranas poliméricas, edificios con un aire muy... etéreo

Tendencia desde hace más de una década, ¡las membranas poliméricas no son ninguna novedad! Desplegadas por primera vez en 1967 en Canadá con ocasión de la exposición universal, no lograron llamar verdaderamente la atención hasta 1972 tras ser instaladas en un edificio que acabaría siendo emblemático. Se trata del estadio de Múnich, que albergaba ese año los Juegos Olímpicos de verano. Más allá de un simple estadio, sus arquitectos Günther Behnisch y Frei Otto, pretendían sobre todo crear un monumento para la ciudad que fuera reconocido a primera vista. ¿Construir un estadio monumental de hormigón más? Esa no era una opción para estos arquitectos innovadores que apostaban por la ligereza.

Su idea era reproducir a escala humana una cadena montañosa próxima a la capital de Baviera. Un material todavía muy nuevo en ese momento, el tejido de poliéster recubierto de PVC debía responder a sus necesidades. Elástico, translúcido y estanco, bastaba con extender las lonas sobre unos mástiles para darles la forma esperada Se utilizaron cerca de 75 000 m2 de tejido para confeccionar este estadio todavía hoy considerado como un punto de inflexión en la historia de la arquitectura moderna.

 

Las cubiertas del estadio olímpico de Múnich en Alemania están compuestas por una lona de polímero (un poliéster recubierto de PVC). Una primicia en la época que constituye un hito histórico.

¡Adiós a las antiestéticas cubiertas de hormigón! Hoy, la inmensa mayoría de los estadios están recubiertos por estas membranas poliméricas que han seguido evolucionando. Actualmente son transparentes gracias al ETFE (etileno-tetrafluoroetileno) y autolavables gracias al PTFE (politetrafluoroetileno). Ya no se limitan a su función inicial de protección frente al viento y la lluvia, sino que desde hace un tiempo contribuyen plenamente a la estética del lugar, o al gesto arquitectónico, como se conoce en el sector.

PMMA para estar a la última

Durante mucho tiempo, el uso del PMMA (polimetacrilato de metilo) se ha limitado a las barandillas y, ocasionalmente, a las cubiertas de construcciones ligeras. Algunos arquitectos han considerado que este polímero estaba infraexplotado, tanto más por cuanto está plenamente demostrada su solidez y resistencia, la facilidad con la que puede teñirse y, sobre todo, su inigualable transparencia. Material de moda en las décadas de 1960 y 1970, cubría, en particular en su versión ahumada, los balcones y las terrazas de los edificios más chic de las zonas costeras, por aquel entonces en plena expansión. En su forma líquida, el PMMA se moldea en frío con facilidad, por lo que algunos arquitectos y diseñadores, cansados del aspecto ahumado, empezaron a introducir dentro de la resina objetos decorativos, convirtiendo así cada barandilla en un elemento único que alegraba las fachadas.
A principios de la década del 2000, la creación del museo de arte moderno de Graz, en Austria, puso de nuevo el foco de atención sobre este polímero. Al igual que los museos Guggenheim de Nueva-York y de Bilbao o el centro Georges Pompidou en París, un museo de arte moderno debe ser un reflejo de su tiempo. Peter Cook y Colin Fournier, los dos arquitectos ganadores del concurso impulsado para la creación de este edificio en Graz eligieron lógicamente el PMMA. Afines a la corriente denominada “arquitectura blob” por sus edificios de formas blandas, estos arquitectos concibieron un espacio de 2500 m2 con forma de burbuja azul que contrasta con el estilo claramente clásico del barrio. Una apuesta arriesgada pero ganadora puesto que sus conciudadanos la han adoptado, e incluso la han apodado «el simpático alien». Este edificio, o más bien su revestimiento, está compuesto por 1288 paneles de PMMA finamente tintados en masa de color azul. Se prefirió este material al vidrio porque se moldea fácilmente. Esto era importante porque cada pieza era diferente y debía ensamblarse con precisión, por motivos estéticos evidentes, pero también por motivos funcionales, puesto que intervienen en la estanqueidad del edificio. Además, el PMMA requiere poco mantenimiento, es limpio y resulta particularmente eficaz como barrera para la radiación ultravioleta que podría perjudicar las obras de arte expuestas.

 

«El simpático alien» es el apodo afectuoso con el que los habitantes de Graz, Austria, se refieren a su museo de arte moderno... el ensamblado de placas azules de PMMA y su arquitectura orgánica lo explican.

El hormigón gana flexibilidad y se rejuvenece

Si bien el hormigón, con su extrema dureza, resulta perfecto, por ejemplo, para los cimientos o lo muros de carga, no es precisamente un exponente de flexibilidad. Esto es un inconveniente en un mundo donde numerosos arquitectos buscan mayor libertad plástica y liberarse de las formas cúbicas. A finales del siglo XX, las cementeras tuvieron la idea de cambiar sus formulaciones con la incorporación de fibras de metal o de polímero, como el polipropileno o la poliamida. Esta simple adición significó importantes mejoras para las técnicas de construcción. Los hormigones con fibras de ultra altas prestaciones (UHPC) presentan una resistencia mecánica extrema, son completamente impermeables y requieren menos agua, pero, sobre todo, son más flexibles y pueden moldearse adoptando formas de gran belleza.

 

El hormigón con fibra de «ultra altas prestaciones» ha abierto nuevas perspectivas para numerosos arquitectos dado que permite conferir formas extravagantes a un material hasta ahora considerado demasiado rígido

Y como colofón ofrecen un aspecto muy liso. Algunos arquitectos se han especializado y han construido edificios especialmente innovadores. Por ejemplo, el museo de arte moderno de Marsella, el verdadero encaje de hormigón que constituye el edificio destinado a albergar la constelación de saber hacer de la marca de lujo Chanel o el palacio de justicia de Córdoba, España.

 

Materiales compuestos para composiciones audaces

Si bien los materiales compuestos son particularmente apreciados en el ámbito de la aeronáutica, todavía están lejos de serlo en el de la construcción. Sin embargo, poseen todas las cualidades necesarias: ligereza, una resistencia térmica superior a la del acero, la estanqueidad, inmunidad frente a la corrosión y la oxidación, facilidad de prefabricación… entonces, ¿por qué no está más generalizado su uso? La explicación es que tienen una formulación compleja, ¡y esto puede asustar a algunos arquitectos! Generalmente, un material compuesto está formado por una fibra (de vidrio, de polímero, de carbono o incluso de materias naturales como la madera...) más una resina que debe proporcionar la argamasa y garantizar la rigidez (poliéster, viniléster y epoxi, etc.)… ¡existen numerosas combinaciones! El despacho de arquitectos neerlandés Benthem Crouwel ha sido el primero en concebir un edificio construido completamente a partir de materiales compuestos.

 

Este museo de Ámsterdam es el primer edificio del mundo construido a partir de un material compuesto, lo que le ha valido el evocador apodo de «la bañera».

Este edificio, al que han apodado «la bañera», fue inaugurado en 2013 y es la sede (una vez más) de un museo de arte, erigido en el corazón de Ámsterdam. Con una superficie aproximada de 3000 m2, su estructura consiste en el ensamblaje de 270 piezas premoldeadas y compuestas por fibras de aramida y de carbono, una resina de viniléster y un alma de espuma de poliisocianurato rígido (PIR).

 Los paneles se ensamblan in situ mediante encolado. Parece que el edificio haya sido moldeado de una sola pieza. Su aspecto uniformemente liso, sin juntas visibles, ha sido posible gracias a este material compuesto que no se dilata por efecto del sol. Tiene un poco el aspecto de un inmenso casco de barco vuelto del revés y parece que esté flotando en medio del barrio donde predominan las fachadas de obra vista.

Estos plásticos están en el corazón de las «folies» arquitectónicas (Lustschloss)

Otros proyectos rebosan tanta locura que recuerdan las «folies», las exuberantes casas de recreo que las personas adineradas encargaban construir durante el siglo XIX en Europa. Aunque, hoy en día, ya no se trata de casas particulares, sino que habitualmente son proyectos públicos que buscan una obra única e impactante. Es el caso, por ejemplo, de los edificios que pudieron verse el año pasado con ocasión de la última exposición universal, celebrada en Dubái. Como en cada edición, los países expositores rivalizaban en originalidad para poner en valor sus capacidades técnicas. Cabe destacar en particular el pabellón ruso, compuesto por cientos de anillos de aluminio de varios colores recubiertos de una resina polimérica tintada en masa, una técnica elegida frente a la pintura tradicional por su durabilidad y absoluta inmunidad frente al calor emitido por el sol.

 

Verdadera maraña de tubos de colores, el pabellón ruso de la exposición universal de Dubái habrá dejado huella.

 

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