Polímeros: una historia llena de color
Años cincuenta y sesenta: el plástico avanza sin prisa, pero sin pausa
A finales de la década de 1940 llegó el momento de la reconstrucción europea, pero las restricciones seguían siendo severas. Al otro lado del Atlántico, donde la economía no se vio tan afectada, la sociedad evolucionó con mayor rapidez y se modernizó. La denominada «American way of life» y una industria de los plásticos madura contribuyeron considerablemente a ello. Sin perder impulso, los ingenieros siguieron sus investigaciones, ayudados por la mejora de las técnicas de catálisis y de los procesos industriales. Si bien estas décadas fueron menos fecundas que las precedentes, aún así estuvieron asociadas al desarrollo de nuevos polímeros y sobre todo a su producción en grandes cantidades. Paralelamente, emergió la sociedad de consumo. Ante la explosión de la demanda, la respuesta de la industria fue crear una nueva estrella: el polipropileno. Gracias a este último, el italiano Giulio Natta y el alemán Karl Ziegler merecieron el Premio Nobel de Química. Su facilidad de moldeo, su resistencia al desgaste, a los impactos y a las agresiones químicas, y su bajo coste lo convirtieron en uno de los materiales favoritos de los transformadores: envases, juguetes, piezas para las industrias del automóvil y la aeronáutica, films o incluso billetes de banco y aditivos para el hormigón... una gama de aplicaciones prácticamente infinita. Su único defecto es que se vuelve frágil con el frío intenso. Le siguió el PET (tereftalato de polietileno) que, en su versión textil, recibió el nombre de poliéster. Una fibra que, según un famoso eslogan publicitario, «liberaría a las amas de casa» porque las prendas fabricadas con el nuevo material en principio no había que plancharlas. Hubo que esperar hasta la década de 1970 para que se usara el PET en la fabricación de unas botellas notablemente más ligeras que las de PVC y mucho menos frágiles que las de vidrio.
La escafandra de los astronautas de las misiones Apolo es un verdadero compendio de polímeros. Entre ellos, el policarbonato, un material muy resistente con el que se fabrica el casco. |
El policarbonato y el ABS, dos polímeros ultrarresistentes, empezaron a comercializarse también en la década de 1950. El primero de ellos entró en el diseño de los cascos de los astronautas del programa Apolo, y ¡acompañó a Neil Armstrong en sus primeros pasos sobre la Luna! En cuanto al otro, contribuyó, entre otras cosas, al éxito de las piezas de Lego. Sería injusto dejar de citar asimismo la melamina formaldehído, más conocida con el nombre de fórmica, un material emblemático de los años cincuenta que pasó a revestir las cocinas más modernas. Veinte años más tarde, sería sustituido por el ABS o incluso el polietileno de alta densidad y el poliestireno, materiales que encontraron numerosas aplicaciones en el sector de los envases.
Plásticos con estilo
En tan solo una década, las industrias tradicionales de la madera, el papel o el vidrio dejaron paso a la de los plásticos. Flexibles, ligeros, coloreados y fáciles de utilizar, los polímeros se convirtieron en elementos cotidianos y entraron en todos los hogares sin distinción. Se volvieron imprescindibles hasta el punto de inspirar a los más grandes diseñadores de la época. Algunas de estas creaciones se convirtieron en objetos de culto muy cotizados desde entonces. El diseñador danés Verner Panton se hizo mundialmente famoso por la creación de una silla monobloque de vivos colores hecha de poliéster reforzado con fibra de vidrio. A propósito de ello, afirmó: «gracias a los avances técnicos y a los novedosos materiales plásticos, los diseñadores podemos realizar objetos que, hasta ahora, solo existían en nuestros sueños». El trío formado por los diseñadores italianos Piero Gatti, Cesare Paolini y Franco Teodoro reinventó la butaca al crear Sacco, el puf más conocido del mundo, que consiste en una funda de PVC rellena de bolas de poliestireno.
Sin los polímeros y, especialmente, sin el PMMA, la marca italiana Kartell nunca habría podido poner el diseño al alcance de –prácticamente– todos los bolsillos y lograr un reconocimiento de tal calibre. Cuando se evocan estas décadas se habla, con razón, de los años de plástico, por el orgullo con el que los forofos de la modernidad exhibían los polímeros en sus hogares. Sin embargo, pensar que están relegados exclusivamente a los objetos de gran consumo sería una conclusión precipitada. La investigación sigue activa y la industria busca sin pausa nuevos polímeros destinados a sectores de la más alta tecnología como el de la electrónica, la aeronáutica o la medicina. |
Gracias al poliéster, el diseñador danés Verner Panton logró convertirse en una estrella de renombre internacional con la silla que lleva su nombre. |
Con la crisis del petróleo, los polímeros encuentran un nuevo destino
1976 es una fecha clave para los plásticos ya que, por primera vez en su corta historia, se convertían en los materiales más utilizados del mundo. No obstante, la crisis del petróleo de 1973 y la consiguiente escalada de los precios hubieran podido desestabilizar a los polímeros, que en su inmensa mayoría procedían del petróleo. Para hacer frente a este eventual descenso de la demanda, la industria se propuso desarrollar materiales de altas prestaciones y un gran valor técnico añadido. Los plásticos se volvieron más sofisticados y gracias a sus novedosas propiedades sin parangón reafirmaron definitivamente su superioridad frente a los metales, el cristal o la cerámica, que por su parte también habían seguido evolucionando.
Nacieron así los poliacetales, de los cuales el más conocido es el POM (polioximetileno), un polímero rígido, duro y que goza de una muy alta resistencia a la fluencia y la tracción. Este material reemplaza con éxito a los metales en numerosos sectores de fabricación de piezas mecánicas que requieren gran estabilidad, tales como piñones, ruedas de cojinetes, rotores, etc. Su bajo peso ofrece una ventaja considerable con respecto al metal, especialmente para las industrias automovilística y relojera.
Otro polímero de altas prestaciones, el PEEK (polieteretercetona), empezó a comercializarse al final de los años setenta por la empresa británica ICI. Siendo un polímero particularmente costoso, supo convencer sobre todo a la industria aeronáutica gracias a características tales como la elevada resistencia a la flexión y la tracción incluso en condiciones extremas, y especialmente la resistencia a temperaturas superiores a 250 ºC. Estas propiedades también las ofrecen otros materiales, pero son mucho más pesados... Cabe señalar que cada gramo ahorrado en la construcción de un avión se traduce en un poco menos de queroseno. Estos novedosos polímeros son utilizados actualmente por numerosas industrias como la automovilística o la aeronáutica, donde tratan de adelgazar a los vehículos de transporte para reducir su consumo, o el de la medicina, donde intervienen en forma de prótesis, stents o incluso corazones artificiales.
Obviamente, la familia de los polímeros es mucho más extensa y los citados son solo algunos ejemplos. Simplemente hemos recordado los más conocidos.
Los plásticos denominados de altas prestaciones tienen numerosas aplicaciones en el campo de la medicina, especialmente en el de las prótesis. |
Actualmente, la industria química sigue avanzado a pasos agigantados hacia los bioplásticos como el PLA y los PHA, lanzados en la década de 1990, y hacia soluciones de reciclaje tanto mecánico como químico. Pero, sobre todo, junto con los transformadores y los poderes públicos, adopta el concepto del ecodiseño para idear otra manera de crear objetos y un nuevo modelo de consumo. |
Las industrias son plenamente conscientes de los desafíos presentes y futuros, y siempre han demostrado su resiliencia para adaptarse a los cambios en el entorno. No cabe ninguna duda de que todavía les queda mucha historia por delante.
Enlaces a artículos de reciclaje y bioplásticos:
https://plasticlemag.es/Convertir-un-plastico-viejo-en-uno-virgen
https://plasticlemag.es/Los-bioplasticos-echan-raices