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Plásticos: una mano amiga en los rescates
Las vacaciones deportivas, ya sean en el mar o en la montaña, no están exentas de peligro. Y los accidentes no siempre están causados por negligencias. La naturaleza, en toda su majestuosidad, puede llegar a ser una amenaza. La prioridad número uno a la hora de minimizar los riesgos es equiparse adecuadamente y en lo que a equipos se refiere los plásticos demuestran ser altamente eficaces.
Plásticos: una mano amiga en los rescates
Plásticos: una mano amiga en los rescates

Plásticos: los buenos samaritanos

Los polímeros contra viento y marea

A pesar de haber tomado todas las precauciones oportunas, puede suceder que tengamos que avisar a los equipos de rescate. Sabemos que, tanto en el mar o en la montaña, podemos confiar en estos equipos, que cuentan con un personal altamente competente y el mejor material de rescate. Tener esta certeza es reconfortante, pero necesitamos poder resistir durante la espera cuando las condiciones climáticas adversas no permiten realizar las intervenciones de rescate.
Los naufragios, por ejemplo, no siempre suceden cerca de la costa, por lo que, una vez emitida la señal de socorro, pueden transcurrir algunos días hasta que el personal de rescate pueda acceder al lugar del incidente. Si durante la espera la embarcación se hunde, los náufragos no tienen otra opción que refugiarse en un bote salvavidas, que es uno de los elementos obligatorios con los que debe contar una embarcación que se aventure a salir a alta mar. Los botes salvavidas han cambiado mucho, y hoy en día no tienen nada que ver con los que llevaba el Titanic. Los botes salvavidas actuales caben fácilmente en una maleta grande; basta con lanzarlos por la borda y se inflan en tan solo unos segundos. Los más grandes pueden albergar hasta una docena de pasajeros y se parecen a las piscinas inflables infantiles. Los más innovadores, como los creados por la empresa francesa Plastimo, están formados por una cubierta doble. La cubierta exterior está hecha de PVC reforzado, un polímero capaz de resistir la abrasión causada por la fricción de la sal del mar. La cubierta interior está hecha de policarbonato flexible, un material ultraligero que puede expandirse hasta un 500 % de su tamaño inicial, una propiedad que resulta crucial, puesto que es fácil imaginar los impactos que puede llegar a recibir el bote salvavidas mientras una docena de personas se lanzan al interior de este enclave protector. El fondo consiste en una fina capa de espuma de poliuretano aluminizada, una espuma que es lo bastante flexible como para mantenerse doblada cuando está dentro de la maleta y que, por encima de todo, garantiza un aislamiento térmico adecuado. Por último, el techo y los postes también están hechos de PVC. Al contar con materiales de tales características, estos botes salvavidas ofrecen un refugio prácticamente indestructible durante un sinfín de días, lo que es bueno puesto que este es precisamente su cometido.

 

 

Los navegantes más precavidos (o pesimistas) pueden completar su equipo con un traje de supervivencia, un verdadero dispositivo personal de flotación. Para elaborar estos trajes se utiliza neopreno y poliamida con recubrimiento de poliuretano. Para obtener la certificación, estos trajes deben garantizar un descenso máximo de la temperatura corporal de 2°C al cabo de 6 horas en aguas de entre 2 y 0°C.

Los plásticos van al rescate de las labores de rescate

Todos los miembros del personal de rescate comparten una misma filosofía: proporcionar asistencia sin ponerse a sí mismos en riesgo o, al menos, minimizándolo. En las operaciones de rescate de un náufrago que se encuentra a la deriva en un mar encrespado no hay lugar a la improvisación; son muchos los casos de trágicas pérdidas de miembros de personal de rescate. Esto fue así especialmente hasta 1960, puesto que por aquel entonces el personal de rescate solo disponía de botes salvavidas de madera, cuyo rendimiento en alta mar dejaba bastante que desear. Sin embargo, en la década de 1950 aparecieron los primeros ejemplares de los denominados botes salvavidas semirrígidos inflables. En vista del poco entusiasmo mostrado inicialmente por el personal de rescate, quienes desconfiaban de esos botes hechos de plástico, los promotores de dichos botes salvavidas semirrígidos inflables tuvieron que organizar numerosas demostraciones de la utilidad de los mismos, poniéndose a veces en situaciones de verdadero peligro, a fin de probar la superioridad de su producto. Su perseverancia se vio finalmente recompensada cuando los socorristas del mundo entero abandonaron definitivamente los botes de madera. Los botes salvavidas semirrígidos deben su nombre a que están formados por una carcasa rígida, que actualmente es de poliéster o de Kevlar, sobre la que se monta un cinturón neumático con forma de salchicha gigante. El cinturón suele ser de PVC o de poliuretano, en ambos casos polímeros resistentes, aunque sensibles a la acción de los rayos ultravioleta. Sin embargo, existen recubrimientos resistentes a los rayos ultravioleta perfectamente eficaces. Estos botes salvavidas tienen un comportamiento excelente frente a las olas, incluso cuando el mar está encrespado. Esto por una sencilla razón: las salchichas de plástico aportan la flexibilidad suficiente para que el bote se adapte a la forma de las olas, por muy pronunciadas que estas sean.

Una empresa francesa de reciente creación ha desarrollado un original dispositivo de emergencia autónomo. Es una especie de dron inflable hecho de PVC y polietersulfona que tiene el aspecto de una gran tabla de surf y puede lanzarse desde la playa o desde un barco para rescatar a una persona que haya caído por la borda. Su autonomía todavía es solo parcial puesto que requiere un control remoto, pero pronto podrá funcionar de forma completamente independiente mediante guía por satélite o una baliza AIS.

 

Gracias a la flexibilidad que aportan los materiales plásticos, los botes salvavidas semirrígidos son capaces de soportar olas de gran tamaño. Por este motivo, los han adoptado los equipos de rescate del mundo entero.

El invento ha despertado el interés de los socorristas de playa porque gracias a la potencia de su motor hidrojet es capaz de alcanzar velocidades de hasta 10 nudos (± 18 km/h) y puede lanzarse al agua en tan solo unos segundos. ¡Más que suficiente para salvar a un nadador imprudente que ha sido arrastrado por la corriente!

Los polímeros con voz alta y clara

Si bien los equipos utilizados por el personal de rescate en el mar son impresionantes, aquellos que utilizan sus homólogos en la montaña no son menos destacables. Los peligros que entraña la montaña son distintos, y los casos más habituales en los que debe intervenir el personal de rescate suelen estar relacionados con caídas de alpinistas desde alturas considerables. El nivel de emergencia es similar, pero el problema es diferente, puesto que con frecuencia los alpinistas presentan una o varias fracturas a causa de la caída, o incluso por el impacto de una roca desprendida. La dificultad reside en mover a la víctima sin agravar sus heridas. Por lo tanto, es indispensable inmovilizar a la persona herida, una práctica habitual. Las férulas modernas están diseñadas para bloquear por completo y de forma efectiva cualquier movimiento inadecuado; son inflables y consisten en una capa de poliéster que aporta flexibilidad, recubierta de una capa de PVC que aporta resistencia. En su interior hay miles de esferas de poliestireno cuya función es bloquear completamente la extremidad rota del mismo modo en que lo haría el yeso, excepto por el peso, por supuesto. Para los casos más graves, como los traumatismos cervicales o de la columna vertebral, existe un sistema de férula todavía más avanzado que impide cualquier movimiento de la espalda. También son inflables, pero en lugar de las esferas de poliestireno, cuentan con unas tablillas de poliéster que aumentan la rigidez.

Una vez inmovilizada la víctima, solo falta evacuarla. Tanto si se hace por tierra como por mar (normalmente en helicóptero), la persona debe permanecer tumbada en una camilla. Existen diferentes modelos de camilla, pero todos tienen un diseño similar. Consisten en una carcasa formada por una estructura metálica tubular, que a su vez está incrustada en un material compuesto de fibra de vidrio y polipropileno, seleccionado por su elevada resistencia a la perforación, la flexión y la abrasión.

 

 

En caso de fracturas, es primordial inmovilizar la parte del cuerpo afectada. Los plásticos inflables permiten esta inmovilización a la vez que ofrecen una sensación de confort para la víctima.

Generalmente se envuelve a la víctima en una manta de poliamida para aislarla del frío y el viento. Finalmente, se sujeta a la persona herida mediante unas correas para evitar que sufra una nueva caída. Este eficiente tipo de cesta está certificado para su uso en operaciones de elevación en helicóptero.

Por supuesto, hemos descrito casos extremos y afortunadamente poco frecuentes. Dicho esto, tenga en cuenta que tanto si pasa sus vacaciones en el mar como si lo hace en la montaña, los polímeros permanecen vigilantes para asegurar que estos momentos de relajación no dejen de ser nada más y nada menos que eso. Felices vacaciones.

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