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Plásticos: una mano amiga en los rescates
Las vacaciones deportivas, ya sean en el mar o en la montaña, no están exentas de peligro. Y los accidentes no siempre están causados por negligencias. La naturaleza, en toda su majestuosidad, puede llegar a ser una amenaza. La prioridad número uno a la hora de minimizar los riesgos es equiparse adecuadamente y en lo que a equipos se refiere los plásticos demuestran ser altamente eficaces.
Plásticos: una mano amiga en los rescates
Plásticos: una mano amiga en los rescates

Los plásticos velan por la seguridad

Chalecos salvavidas de polímero para los navegantes

Los polímeros son particularmente adecuados en ambientes húmedos porque son completamente resistentes a la corrosión y a la putrefacción. Los navegantes saben que siempre pueden contar con ellos, especialmente cuando el viento sopla fuerte y el mar está embravecido. La primera imagen que nos viene a la cabeza es la del imprescindible y emblemático chaleco salvavidas que es recomendable ponerse tan pronto se sube a un barco. Su función es simple: garantizar la flotabilidad de un miembro de la tripulación que haya caído al agua hasta que le rescaten. El rescate puede demorarse algún tiempo, durante el cual el tripulante que ha caído por la borda podría sucumbir al cansancio, sobre todo si el mar está encrespado y frío. El chaleco salvavidas no es un invento reciente, ya que la primera patente se remonta a 1765. Por entonces, estaban formados por un conjunto de piezas de corcho unidas mediante unas cuerdas. Aunque era eficaz en caso de caerse por la borda, resultaba aparatoso y dificultaba los movimientos de los marineros mientras maniobraban en cubierta. Por este motivo raramente lo llevaban, de modo que prácticamente no influía en el número de personas desaparecidas en el mar. Tuvo que pasar más de un siglo para que el chaleco salvavidas se modernizara y pasara a ser un chaleco de algodón forrado con piezas de corcho. Este era el tipo de chaleco que se subió a bordo del Titanic, aunque lamentablemente en una cantidad insuficiente. El corcho, considerado demasiado voluminoso, se reemplazó por una fibra vegetal denominada kapok. Esta fue una mejora notable, aunque no del todo satisfactoria, debido a que el kapok tiende a perder su flotabilidad cuando se comprime. La auténtica revolución llegó durante la Segunda Guerra Mundial con el primer chaleco salvavidas inflable. Adoptado por el ejército estadounidense, consistía en una cámara de caucho insertada en una carcasa de tela lubricada. Para inflarlo bastaba con golpear una pequeña botella de CO2 comprimido. Los soldados, por cierto, le pusieron el apodo de Mae West, una actriz famosa de la época que era conocida por sus generosas curvas. Este es el precursor de los chalecos salvavidas modernos los cuales, desde entonces, no han dejado de evolucionar.

© Spinlock

Los chalecos salvavidas actuales están diseñados para no obstaculizar los movimientos de los tripulantes. Esto es especialmente importante en las embarcaciones de competición, donde a menudo es necesario reaccionar con gran celeridad.

El uso de los materiales poliméricos modernos ha permitido reducir su peso y mejorar su ergonomía. El objetivo de los fabricantes de estas prendas es, por supuesto, salvar vidas, pero también destinan grandes esfuerzos a lograr que el chaleco salvavidas resulte lo menos molesto posible, lo que es primordial, en especial para los navegantes, ya que a menudo deben adoptar difíciles posturas a fin de llevar a cabo las maniobras para la navegación. Por lo tanto, los chalecos salvavidas actuales son extremadamente delgados y generalmente están tejidos con materiales sintéticos ultrarresistentes como el poliéster. En cuanto a las cámaras, están formadas por un conjunto de piezas de PVC pegadas entre ellas. El PVC es completamente impermeable y fácil de cortar, y permite diseñar un dispositivo capaz de mantener al usuario a flote y con la cabeza fuera del agua. Además, el material es lo suficientemente flexible como para no romperse cuando se golpea la botella de CO2. Finalmente, los chalecos salvavidas de gama superior están equipados con una baliza que envía una señal al bote salvavidas. Al contar con elementos electrónicos, el chaleco debe ser perfectamente impermeable y garantizar que los componentes sensibles no entren en contacto con el agua del mar; por este motivo dichos componentes se encuentran dentro de una caja de polipropileno.

 

Los aficionados al paddle surf y a la canoa disponen ahora de un dispositivo de flotación adaptado a su actividad deportiva.

Los fabricantes también han concebido modelos más reducidos con el objetivo de satisfacer la demanda de los aficionados al paddle surf, la canoa o el kayak, una actividad de ocio en auge que suele practicarse en aguas tranquilas durante el verano. Si bien es mínimo, existe un riesgo real de ahogarse. El fabricante inglés Spinlock ha diseñado un salvavidas que resulta ideal para este tipo de actividades que se practican en traje de baño.

Es como una pequeña riñonera que se coloca alrededor de la cintura. Al no tener correas no resulta nada molesta. Basado en el mismo principio y utilizando los mismos polímeros que los chalecos salvavidas inflables, este salvavidas se infla tirando de una cuerda que está conectada a una botella de CO2. Se trata más de una ayuda a la flotación que de un auténtico dispositivo de flotación diseñado para la supervivencia en el mar. Sin embargo, es más que suficiente para ayudar al usuario a volver hasta la canoa o la tabla que ha alejado la corriente sin fatigarse.

Salvavidas: de plástico, por supuesto

Aunque la legislación europea no exige que los miembros de la tripulación lleven chalecos salvavidas todo el tiempo (solo lo exigen algunos organizadores de regatas), es obligatorio tenerlos a bordo junto con varios dispositivos de flotación. También en este ámbito ocupan los polímeros una posición prominente, por razones evidentes. Los famosos salvavidas naranja que suelen colgar de la parte trasera de las embarcaciones deportivas, por ejemplo, están formados por una estructura de polietileno rellena de espuma de poliuretano. Otros practicantes de la navegación deportiva prefieren llevar en sus embarcaciones modelos de espuma de poliuretano envueltos en una cubierta de PVC por su ligereza y flexibilidad. Estos últimos pesan menos de 1 kg y garantizan una flotabilidad de cerca de quince kilos, lo que es más que suficiente para mantener fuera del agua la cabeza y los hombros del desafortunado tripulante que haya caído por la borda. En último lugar, pero no por ello menos importante, estos salvavidas están conectados con la embarcación mediante una cuerda de polipropileno, un material que flota perfectamente. Incluso unos pocos gramos de menos bajo la superficie del agua significa una mejor flotabilidad.

Dicho esto, lo ideal es no caer al mar, sobre todo cuando este está encrespado. Los navegantes precavidos consideran recomendable amarrarse al barco utilizando un cabo hecho de poliéster, el material con el que se fabrican los cinturones de seguridad. Tales cabos son fuertes y ligeros y no obstaculizan los movimientos, especialmente cuando cuentan con dos mosquetones del tipo de los que se utilizan en el alpinismo y la escalada.

 

Prueba de la eficacia de la combinación de polietileno y poliuretano es que el diseño de los salvavidas se ha mantenido invariable durante las últimas décadas. Estos salvavidas de plástico son omnipresentes en todo tipo de barcos del mundo entero.

Cuando la vida pende de una cuerda... de polímero

Las actividades recreativas de montaña, en particular el alpinismo y la escalada, se encuentran entre las más peligrosas. Los practicantes de dichas actividades, erróneamente considerados como personas que «se ponen en riesgo», son conscientes de ello y son muy meticulosos en lo que se refiere a la seguridad, que a su vez depende también de la calidad de los equipos que utilizan. Los fabricantes siguen atentamente la evolución de los polímeros para ofrecer productos de alta tecnología. Las cuerdas son un perfecto ejemplo de ello. Para los legos en la materia, una cuerda no es más que una cuerda, y nada la diferencia de otras cuerdas excepto el color. En realidad, bajo la superficie se esconde un universo muy complejo. Se puede resumir en que hay dos tipos de cuerdas: las dinámicas y las estáticas. Las primeras se utilizan principalmente en la escalada o el alpinismo. Se denominan dinámicas porque pueden alagarse hasta un 40 % en caso de caída. Esta elasticidad es un elemento de seguridad determinante porque ayuda a amortiguar el impacto, el cual podría llegar a ser fatal para el escalador en el caso de una caída. Los modelos de gama superior están hechos de poliamida, un material que es tan resistente como elástico. Cabe señalar que las escuelas de escalada, donde los alumnos se entrenan a muy poca altura, utilizan cuerdas hechas de poliéster o de polietileno, materiales que son elásticos, pero más susceptibles al desgaste, por razones de costes.

 

Las cuerdas de alpinismo y de escalada están fabricadas con diferentes polímeros con el fin de satisfacer los estrictos requisitos de seguridad puesto que constituyen la última línea de defensa frente a los accidentes.

Una cuerda consta de dos partes, el alma y la funda, estando esta última diseñada para proteger la primera. En el momento de la fabricación tiene lugar el trenzado de las cuerdas y es en este proceso donde el fabricante debe invertir todo su saber con el objetivo de encontrar el nivel de densidad óptimo que garantice una buena relación entre fuerza y elasticidad. Los expertos se basan únicamente en este parámetro para valorar una cuerda. Finalmente, las fibras pueden recibir un tratamiento con diferentes aditivos para hacerlas hidrófobas a fin de evitar que la nieve o el hielo penetren en la cuerda, ya que esto las haría más pesadas o incluso podría estropearlas. Por otro lado, las cuerdas estáticas son muy poco elásticas y resultan muy útiles, por ejemplo, para elevar a un herido. Su característica principal es la resistencia a la abrasión y al desgaste. A fin de lograr este propósito, se tejen con fibras de PPD-T (poli(p-fenileno tereftalamida)) o UHMP (polietileno de muy alto peso molecular), más conocidas por sus respectivos nombres comerciales, Kevlar© y Dyneema©, que son polímeros de alta tecnología y elevadas prestaciones.

 

Los plásticos garantizan un buen punto de apoyo

Así como los navegantes tienen los chalecos salvavidas, los alpinistas tienen los arneses. La analogía puede resultar chocante, pero en efecto comparten los mismos requisitos: deben ser lo menos molestos posible para que no obstaculicen los movimientos. Las analogías no terminan aquí, ya que ambos constituyen verdaderas proezas de la tecnología diseñadas para mejorar la ergonomía. Por ejemplo, los arneses que se ajustan alrededor de la cintura y los muslos están hechos de poliéster de alta tenacidad, un polímero resistente a la abrasión y los rayos ultravioleta. A fin de hacerlos más confortables para el escalador, suelen forrarse con espuma de polietileno entrecruzado, un plástico difícil de rasgar, muy ligero y especialmente flexible. Para fabricar las correas y los sistemas de suspensión la elección es el Kevlar© o el Dyneema© debido a su alta resistencia.

 

Para la practica de los deportes de montaña existen suelas adaptadas a cada tipo de terreno. Sus propiedades difieren en función del diseño de los tacos y la flexibilidad. Los polímeros tienen la hegemonía puesto que son los únicos capaces de adaptarse a todas las situaciones.

Los plásticos y otros polímeros se han convertido en garantía de seguridad en muchos otros productos como, por ejemplo, los cascos, que son tan ligeros como resistentes gracias al polipropileno expandido o el policarbonato. Aunque de un modo más discreto, también el calzado contribuye a la sensación de seguridad de los escaladores, y de nuevo el mayor progreso en este ámbito llega de la mano de los plásticos, en particular en lo que se refiere a las suelas.

 

 

En concreto, las suelas de EVA (copolímero de etileno y acetato de vinilo) son muy populares. El EVA es un material particularmente flexible que se adapta a todo tipo de terreno y es lo suficientemente aislante como para mantener los pies secos o incluso calientes. Como muchos de los polímeros, es fácilmente moldeable, lo que permite diseñar un perfil de suela adaptado a los diferentes tipos de terreno (tierra, nieve, roca, etc.). Esta es una característica crucial puesto que la función de una suela destinada a la práctica del alpinismo es la adherencia al terreno para evitar posibles resbaladuras cuyas consecuencias pueden ser nefastas. El objetivo principal es combinar el confort y la seguridad, y por este motivo los fabricantes han elegido los materiales poliméricos para elaborar sus productos. El personal de rescate coincide con esta elección en este ámbito.

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