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La historia del secador de pelo

Este es uno de esos objetos cotidianos que parecen haber existido siempre. Realmente no es indispensable, pero todos agradecemos tener siempre uno a mano.
La historia del secador de pelo
© Moulinex
La historia del secador de pelo

No obstante, aunque es muy práctico en su formato actual, no siempre fue así. El secador de pelo tuvo que experimentar numerosos cambios a lo largo del tiempo antes de convertirse en el dispositivo pequeño, ligero, ergonómico y compacto que todos conocemos.

Inspirado en la aspiradora

Este dispositivo, cuya función principal consiste en expulsar aire caliente (o frío) a fin de acelerar el proceso de evaporación del agua y secar el pelo de forma eficaz, fue creado a finales del siglo XIX por el peluquero e inventor francés Alexandre-Ferdinand Godefroy. Bautizado en ese momento con el nombre de «séchoir» (secador), este aparato, que se encontraba a medio camino entre una aspiradora y un secador de pelo, consistía en una especie de capuchón largo que estaba conectado a una manguera flexible, la cual a su vez proyectaba aire caliente desde una estufa de gas hacia el pelo del sujeto en cuestión. Estaba lejos de ser portátil (por razones obvias) y se utilizaba exclusivamente en los salones de peluquería frecuentados por una clientela urbana y elegante.

El nacimiento de la «ducha de aire caliente y frío»

La invención de Godefroy inspiró a más de un inventor para crear máquinas secadoras a cuál más extravagante o inquietante. En la década de 1920 empezaron a aparecer los primeros secadores de mano formados por un elemento calefactor más un ventilador. El primer modelo eléctrico manual lo inventó en 1926 el ingeniero Léon Thouillet, que trabajaba para la empresa Calor. Recibió el nombre de «ducha de aire caliente y frío» e inicialmente estaba destinado a usos médicos como la aplicación de calor en zonas dolorosas y la cauterización de heridas. También se utilizaba para calentar la cama o los zapatos, descongelar comida o ayudar a que los niños entraran en calor. 

Portátil pero muy pesado…

Los primeros «secadores» portátiles estaban hechos de metal e incorporaban un asa de madera que posteriormente fue reemplazada por baquelita. Con cerca de un kilo de peso, resultaban pesados y difíciles de manejar. Las conexiones eléctricas con frecuencia eran poco seguras y terminaban causando algunos accidentes, en ocasiones mortales, relacionados con sobrecalentamientos o electrocuciones. El flujo de aire creado por estos aparatos era débil, debido a que tenían una capacidad de solo 100 W, y las mujeres que probaron los primeros modelos a menudo terminaban exhaustas mucho antes de tener el pelo seco.

Hasta finales de la década de los 50, las mejoras introducidas en los secadores de pelo se centraron principalmente en aumentar su potencia, mientras que el mecanismo en sí mismo (un motor que impulsa un dispositivo de ventilación, más una resistencia eléctrica, de modo que el aire que entra por un lado se calienta al ser impulsado hacia el otro extremo) no fue objeto de ninguna mejora significativa. Su aspecto externo, con forma de pistola para facilitar su manejo, también permaneció prácticamente invariable.

Ligero, seguro y divertido

El secador de pelo despegó como producto de consumo básico en los años 60, cuando el metal fue sustituido por el plástico, principalmente ABS.

Esto permitió que fuera más ligero, seguro, aislado térmicamente y asequible, y que estuviera disponible en cualquier color, forma y diseño. En poco tiempo, estuvo al alcance de todo el mundo y pasó a formar parte del paisaje de todos los hogares.

Algunos de ellos se han convertido en objetos de coleccionismo, como el modelo lanzado por Moulinex en 1968, cuyo aspecto recuerda un taladro eléctrico y para cuya versión bautizada como «Clémentine» se eligió el naranja, el color Pop más de moda de la época.

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